Once personas murieron y más de 50 resultaron heridas durante las manifestaciones postelectorales organizadas por la oposición en Mozambique después de que el Frelimo, partido en el poder desde 1975, fuera declarado vencedor de las elecciones presidenciales celebradas en el país africano el 9 de octubre, en medio de denuncias de fraude también por parte de observadores internacionales. La denuncia de las muertes fue hecha en las últimas horas por la organización no gubernamental Centro para la Democracia y los Derechos Humanos (Cdd), aunque todavía no ha habido ninguna comunicación por parte de la policía. Sin embargo, la noticia fue confirmada por Human Rights Watch. Más de 450 personas fueron detenidas al margen de las protestas que se extendieron por todo el país. El partido Podemos, actualmente la principal fuerza de la oposición en el país, que quedó en segundo lugar en las elecciones, ha recurrido al más alto tribunal del país para solicitar un recuento de los votos. Los obispos de Mozambique también habían condenado días atrás la violencia -incluidos los asesinatos de Elvino Dias y Paulo Guambe, abogado y político del partido opositor Podemos-, señalando que los jóvenes son una riqueza de Mozambique y renovando su compromiso con «una sociedad más democrática, inclusiva, justa y fraterna, en la que todos vivan en paz, con dignidad y futuro». Mozambique se encuentra entre los 20 últimos países del mundo en el Índice de Desarrollo Humano de la ONU, y cerca de dos tercios de sus 33 millones de habitantes viven por debajo del umbral de la pobreza. Una situación dramática, que trunca las esperanzas de los numerosos jóvenes mozambiqueños, que se ve contrarrestada por la enorme riqueza en recursos naturales del territorio. Mozambique es el tercer poseedor de reservas probadas de gas natural de África, después de Nigeria y Argelia, lo que demuestra las contradicciones de un país donde las riquezas no benefician a la población. Más bien, paradójicamente, las riquezas se convierten en fuente de más sufrimiento e inestabilidad. Tal es el caso de la provincia septentrional de Cabo Delgado, desde 2017 a merced de la violencia yihadista que ha desplazado a cientos de miles de personas. Pero Mozambique corre hoy el riesgo de deslizarse hacia una espiral de crisis más profunda.
Valerio Palombaro