«No estamos en Goma para quedarnos, sino para continuar la marcha de liberación hacia Kinshasa». Lo declaró Corneille Nangaa, líder de la Alianza del Río Congo, de la que forma parte el grupo M23, que desde el domingo pasado pone a sangre y fuego el este de la República Democrática del Congo y ahora amenaza con marchar hacia el oeste, donde se encuentra la capital, Kinshasa, y donde planea derrocar al presidente en funciones, Félix Tshisekedi, acusado de «mentiroso» y de «no haber ganado las elecciones». El jefe rebelde, Corneille Nangaa, es el líder de la Alianza del Río Congo, de la que forma parte el grupo M23. Antiguo presidente de la comisión electoral congoleña que se ha pasado a la lucha armada, y sobre el que pende desde el pasado verano una condena a muerte dictada en Kinshasa por conducta subversiva, Nangaa defiende la matriz congoleña del movimiento frente a las acusaciones de la ONU, según las cuales los rebeldes cuentan con el apoyo de un grupo de al menos 3500 soldados del ejército regular de la vecina Ruanda. Aunque la ofensiva rebelde se dirige hacia el Estado de Kivu del Sur, con combates a unos 30 km de la ciudad de Kavumu, es sobre la situación en Goma sobre la que la Organización Mundial de la Salud da la voz de alarma: desde el pasado domingo, con la reanudación de la violencia, se han registrado ejecuciones sumarias y violaciones, así como una estimación de al menos setecientos muertos y dos mil ochocientos heridos, que inexorablemente está destinada a aumentar. Pero esta nueva escalada es sólo la última de un conflicto que dura ya tres décadas, en el que participan decenas de grupos armados y que ha causado ya seis millones de muertos y cientos de miles de desplazados, con la complicidad – denunciada por Naciones Unidas – de Ruanda, supuestamente interesada en las materias primas en las que son ricas la región de Kivu Norte y todo el este de la República Democrática del Congo.
Roberta Barbi
