En un país de luto, los rescatistas birmanos y turcos escarban desesperadamente entre los escombros y en las últimas horas han devuelto milagrosamente con vida en Naypyidaw a una mujer de 63 años y a un joven, extraídos de las ruinas de un hotel. Mientras tanto, el movimiento sísmico sigue sacudiendo el país. Según la junta militar en el poder, hasta el momento han muerto 2886 personas, 4639 han resultado heridas y 373 están desaparecidas. Cifras dramáticas a las que se suman las de quienes se han quedado sin cobijo y necesitados de todo. ACNUR, la agencia de la ONU para los refugiados, habla de más de 1,6 millones de personas que necesitan ayuda urgente. De momento, la agencia de la ONU ha anunciado que ha enviado suministros de emergencia a unos 25.000 supervivientes en las zonas de Mandalay y Nay Pyi Taw. «La necesidad más urgente -informó el portavoz de ACNUR- es distribuir refugios y artículos de socorro en las zonas afectadas». «También es esencial vigilar los riesgos relacionados con los artefactos explosivos sin detonar, la separación familiar, la protección de la infancia y la violencia de género», señalaron las agencias humanitarias de la ONU. El terremoto y sus réplicas agravan una situación ya de por sí desesperada en un país que sufre los efectos de cuatro años de conflicto. Las zonas afectadas por el terremoto albergan al 45% de los 3,5 millones de desplazados internos de Myanmar. El ACNUR sigue pidiendo acceso humanitario sin trabas para ayudar a estas comunidades. «No hay alimentos disponibles, ni siquiera no perecederos, y no hay tiendas abiertas. En Sagaing cerca del 80% de los edificios se han derrumbado». Así lo denunció una ONG local, que hizo hincapié en la lentitud de la llegada de la ayuda. A pesar de la movilización internacional y de la asignación de fondos para cubrir las necesidades más urgentes, entre ellos 500.000 euros de la Conferencia Episcopal Italiana, la ayuda a la población llega con dificultad. Para la ONU, el problema no es sólo el deterioro de las infraestructuras viarias, sino también la actitud de los militares de la Junta, que tienden a «politizar la ayuda». Hay que eliminar los obstáculos en este sentido, afirma la ONU, que advierte de que el fantasma del riesgo de epidemias planea ahora también sobre el país.
Paola Simonetti