Desde el comienzo de la guerra en febrero de 2022, la Orden de Malta ha estado en primera línea en el suministro de ayuda humanitaria a la población ucraniana, apoyando a unos 4 millones de personas. Se han distribuido más de 10.000 toneladas de ayuda en más de 70 lugares diferentes; 300.000 personas han recibido asistencia en las fronteras y se han creado más de 60 refugios para acoger a los desplazados. Ayer, 21 de octubre, la Soberana Orden de Malta anunció, en una conferencia en la Villa Magistral de Roma, la acción humanitaria en favor de la población ucraniana afectada por la guerra y los proyectos puestos en marcha en el país para ofrecer asistencia psicosanitaria a las víctimas más frágiles del conflicto, entre ellas más de 45.000 niños y menores. El Gran Canciller, Riccardo Paternò di Montecupo, abrió los trabajos en la Sala Capitular, reafirmando la neutralidad y la acción apolítica de la Orden en la asistencia a miles de refugiados y desplazados internos ucranianos. Una acción humanitaria posible también gracias al acuerdo bilateral de cooperación firmado con el gobierno ucraniano en 2019, que ha facilitado la entrega de miles de toneladas de ayuda material y la creación de corredores humanitarios para la población que huye de los combates. El papel fundamental de la Soberana Orden de Malta en el ámbito humanitario fue recordado con gratitud por el embajador ucraniano ante la Santa Sede y la SMOM, Andrii Yurash, y por el primer ministro Denys Shmyhal, en un videomensaje enviado con motivo del evento. En el marco de la actividad diplomática y de las relaciones internacionales destinadas a la ayuda humanitaria y a la búsqueda de vías para favorecer el retorno a la paz, el embajador de la Orden en Kyiv, Antonio Gazzanti Pugliese di Cotrone, recordó que la representación diplomática de la Soberana Orden de Malta nunca ha abandonado Ucrania, ni siquiera en los momentos más dramáticos de la guerra en curso. Esta decisión también era necesaria para la coordinación de la ayuda a través de Malteser International, la agencia de ayuda internacional de la Orden, y el Malteser Relief Service, el organismo de referencia ucraniano. El peligro más insidioso para la población civil ucraniana en la actualidad es el desproporcionado número de minas esparcidas por todo el territorio. En Ucrania hay más de 100.000 amputados – una estimación conservadora, explica el Dr. Yehor Iordek, del hospital Feofania – y al menos el 70% de ellos presentan patologías relacionadas con el «síndrome del miembro fantasma». Una afección que tiene tal impacto psicológico que provoca ansiedad y depresión graves, y que en el 30% de los casos conduce al suicidio. Por eso, entre los proyectos humanitarios lanzados por la Soberana Orden de Malta en Ucrania, los de carácter psicosanitario son especialmente importantes, como la apertura de una clínica de prótesis en L’viv en 2022, que hasta la fecha ha proporcionado más de 250 miembros artificiales. Los recursos movilizados en favor de la población necesitada de asistencia ascienden ya a 60 millones de euros, pero junto a esta intervención humanitaria concreta ha habido una acción diplomática continua desde el comienzo de la guerra, con llamamientos a reducir el sufrimiento humano en la Cumbre del futuro (septiembre de 2024), el Consejo de Seguridad de la ONU (septiembre de 2023 y 2024) y la Conferencia de Seguridad de Munich (febrero de 2024). «La gente ya no tiene lágrimas», atestigua el embajador de la Orden en Kyiv. «Los niños», prosigue, «están entre los que más sufren las dificultades del momento por la falta de socialización, de juego, de estudio». «Las cifras oficiales», explica Pavlo Titko, del Malteser Relief Service, «son dramáticas: 3 millones de niños directamente afectados por la guerra, 15.551 heridos y 633 muertos. En este contexto, los servicios de emergencia que ofrecen apoyo psicológico se convierten en un elemento indispensable para garantizar no sólo la supervivencia inmediata de las personas, sino la reconstrucción futura de toda la sociedad ucraniana, que sale de esta guerra y tiene que acostumbrarse de nuevo a vivir en paz».
Stefano Leszczynski