19 marzo, 2024

Los conflictos, las crisis económicas y la crisis climática están en el origen de una situación dramática denunciada por la FAO, el PMA y la Unión Europea

Una “punzante” acusación de la incapacidad de la humanidad para acabar con el hambre y lograr la seguridad alimentaria y una mejor nutrición “para todos”. El Secretario General de la ONU, António Guterres, no anda con rodeos ante los datos del último Informe sobre la Seguridad Alimentaria Mundial (Gfsr), que pone, negro sobre blanco, una realidad desconcertante: casi 260 millones de personas pasan hambre en el mundo. Para ser exactos, 258 millones.

El aumento de la inseguridad alimentaria

El documento, elaborado por los 16 actores de la red mundial sobre crisis alimentarias, que incluye a la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el Programa Mundial de Alimentos (PMA) y la Unión Europea, especifica que, en solo un año, los afectados por “inseguridad alimentaria severa” pasaron del 21,3% en 2021 al 22,7% en 2022, un incremento del 1,4%. 58 países y territorios se vieron afectados, frente a los 53 de 2021, lo que supone un nuevo aumento por cuarto año consecutivo.

Las guerras, motor de las crisis alimentarias

Los conflictos, según las organizaciones internacionales movilizadas, siguen siendo el “principal motor” de las crisis alimentarias, ya que afectan a 117 millones de personas, aunque esta cifra es inferior a la de 2021. Además de las consecuencias de más de un año de guerra en Ucrania y de las inestabilidades mundiales, hay otros factores, como los choques económicos vinculados también a la pandemia del Covid-19, que han tenido un mayor peso en los últimos doce meses, sobre todo en Afganistán, Siria y Sudán del Sur. Y, por último, pero no por ello menos importante, los fenómenos meteorológicos/climáticos extremos, que han sido catastróficos para casi 57 millones de personas en 12 países.

El estrés alimentario

La inseguridad alimentaria aguda, señala el informe, que ya va por su séptima edición, supone una amenaza inmediata para los medios de subsistencia y la vida de las personas, haciéndolas caer en la hambruna. Desde 2016, el número de personas que viven bajo estrés alimentario se ha más que triplicado, pasando de 83,3 millones a 253 millones en 2022. También destaca el carácter prolongado de muchas de las emergencias. Las diez mayores crisis alimentarias en 2022 que afectarán a 163 millones de personas, que representan el 63% de la población mundial, por orden de magnitud son las de la República Democrática del Congo, Etiopía, Afganistán, Nigeria, Yemen, Myanmar, Siria, Sudán, Ucrania y Pakistán.

La tragedia del Cuerno de África

La inseguridad alimentaria aguda abarca los niveles 3 a 5 de la escala internacional, lo que significa que las condiciones son de “crisis”, “emergencia” y “catástrofe”. Esta última categoría incluye a Somalia, donde desde 2020 -como en el resto del Cuerno de África- se vive la peor sequía de los últimos 40 años. El dramatismo del panorama que se desprende del informe se vuelve aún más preocupante cuando, al examinarlo, uno se da cuenta de que más de 35 millones de niños menores de cinco años han padecido hambre. Si Guterres, en el prefacio del documento, habla de una situación “inconcebible”, el director de la Oficina de Emergencias y Resiliencia de la FAO, Rein Paulsen, califica el panorama de “muy preocupante”. Cuatro informes durante cuatro años consecutivos”, subraya, “han registrado un empeoramiento constante de la situación”, por lo que pide que se tomen medidas urgentes y “el tipo de medidas adecuadas para hacer frente” a la crisis. Porque, añade, “no debemos esperar a que sea demasiado tarde”. Para finales de 2023 se espera la llegada del fenómeno climático de ‘El Niño’, cuyas consecuencias podrían ser aún más devastadoras.

Giada Aquilino