¿Remplazarán las incómodas sillas de mimbre de Notre-Dame por banquetas con ruedas y alumbrados? La comisión de patrimonio avaló varios elementos del proyecto de remodelación interior de la catedral parisina, presentado por un equipo de clérigos y seglares. Su visión ha provocado fuertes debates entre los partidarios de la tradición y los de la modernidad. El mismo debate que se produce desde hace siglos en la arquitectura religiosa europea.
“Cursi” y “rococó”
Francia los edificios religiosos pertenecen al Estado, que los categoriza como monumentos patrimoniales, y la iglesia tiene derechos de uso, por lo que la última palabra la tiene la comisión de patrimonio.
No todos los proyectos fueron avalados por los expertos de los servicios nacionales. La comisión emitió reservas por ejemplo sobre el uso de bancos rodantes con luz individual para alumbrar los misales. También sobre la idea de colocar las estatuas de los santos en la nave, a lo largo de los pilares, y no en los altares respectivos de las 14 capillas que componen Notre-Dame.
Todos estos detalles provocaron una fuerte polémica entre los partidarios de la modernidad y los más tradicionales. Un centenar de personalidades francesas firmaron una tribuna en el diario Le Figaro para denunciar un proyecto que calificaron de “cursi” y “rococó”.
Lo que reprochan básicamente es que en los cambios usen “dispositivos de mediación cultural”, es decir elementos que acompañan y guían a los visitantes como en museos. “Por ejemplo los turistas que veían las obras de artes clásicas, muchos no entendían su significado por no tener esa cultura católica, pero no estoy seguro que poniendo al lado cuadros del siglo XXI se entiendan mejor”, detalla Térence De Monredon.
Resistencias medievales
Lo cierto es que en historia de las catedrales europeas se han presentado revoluciones arquitectónicas. Fue el caso en la catedral de Santiago de Compostella. En el siglo XI, se decidió remplazar el rito visigodo por el rito romano, con el objetivo de atraer más peregrinos provenientes de Italia o de los Pirineos. Eso conllevó una modificación radical de la arquitectura. “Eligen un tipo de arquitectura con elementos que no existían en la época en la península hispánica”, recuerda el medievalista. “En ese momento se presentó resistencia en la población, pero más por el costo de la reconstrucción, que gravaba en los impuestos. De hecho, el obispo de Compostella tuvo que huir de las revueltas que esto generó”, recuerda el medievalista.
Otro debate se presentó en el siglo XII, cuando se erigió la basílica de Saint Denis, en el norte de París. Este panteón de los reyes nació en la misma época que el estilo gótico en el reino de Francia. El abad Suger de Saint-Denis impulsó su construcción con la idea que la belleza y la riqueza de este templo permitiría a los fieles acercarse más a dios, al acercarse a su hermosura. “En medio de todo esto, un personaje se opuso: el abad cisterciense Bernardo de Claraval, quien consideraba que la austeridad y la simplicidad eran la clave para acercarse al cielo”, explica De Monredon, apuntando un largo intercambio de cartas entre los dos clérigos.
El mobiliario cambió las misas
Por los siglos, estos debates se han dado en el seno mismo de la iglesia. Hoy, con Notre-Dame, se han inmiscuido los seglares. Así como la liturgia ha influenciado la arquitectura, los seguidores de la tradición saben que la arquitectura también tendrá un impacto sobre la manera como se celebran los oficios.
Notre-Dame ofrece un ejemplo de este efecto. “Su coro litúrgico era una clausura de madera que encerraba a los canónigos en el coro del altar. Durante la misa los fieles no podían ver lo que sucedía adentro. Después del Concilio del Vaticano de 1965 se eliminó la parte delantera de esta pared de madera y se dio un acceso directo de los fieles al altar”, relata el historiador. “Pasamos de una misa con un misterio a una misa en la que los fieles participan con su canto”, concluye.