19 marzo, 2024

“Que se ahorre al mundo la terrible tragedia de una guerra atómica”

 

El Papa a la Pontificia Academia de las Ciencias se presentó como «abogado de los pueblos a los que no llegan más que desde lejos y raramente los beneficios del vasto saber humano y de sus conquistas»

«¡Que yo también pueda agradecer a Dios, como hizo San Juan Pablo II en su testamento, porque en mi Pontificado se ahorró al mundo la terrible tragedia de una guerra atómica!». Ante los que participaron en la asamblea plenaria de la Pontificia Academia de las Ciencias, el Papa Francisco se presentó como «el abogado de los pueblos a los que no llegan más que desde lejos y raramente los beneficios del vasto saber humano y de sus conquistas, especialmente en materia de alimentación, salud, educación, conectividad, bienestar y paz». También denunció la falta de voluntad política para «detener la carrera armamentista y poner fin a las guerras, para pasar urgentemente a las energías renovables, a los programas que pretenden asegurar el agua, la comida y la salud para todos, a invertir por el bien común los enormes capitales que permanecen inactivos en los paraísos fiscales». Siguiendo las huellas de sus predecesores, Francisco insistió en la «fundamental importancia de comprometerse a favor de un mundo sin armas nucleares, y pido (como hicieron San Pablo VI y San Juan Pablo II) la activa colaboración de los científicos con el fin de convencer a los gobernantes sobre la inaceptabilidad ética de tal armamento debido a los daños irreparables que provoca en la humanidad y en el planeta. Por tanto, insisto también en la necesidad de un desarme sobre el que parece que ahora ya no se habla en las mesas en las que se toman las grandes decisiones», dijo el Papa. «¡Que yo también pueda agradecer a Dios, como hizo San Juan Pablo II en su testamento, porque en mi Pontificado se ahorró al mundo la terrible tragedia de una guerra atómica!». El cambio climático global tiene cada vez más influencias humanas, «por lo tanto también son necesarias respuestas adecuadas para la salvaguardia de la salud del planeta y de las poblaciones, una salud puesta en riesgo por todas las actividades humanas que utilizan combustibles fósiles y deforestan el planeta. La comunidad científica, así como ha hecho progresos al identificar estos riesgos, ahora está llamada a prospectar soluciones válidas y a convencer a las sociedades y a sus líderes para que las sigan. Sé que, en esta perspectiva, en sus sesiones identifican ustedes los conocimientos que surgen de la ciencia de base y están acostumbrados a relacionarlas con visiones estratégicas que tienden a estudiar a fondo los problemas. Es una vocación identificar los desarrollos innovadores en todas las principales disciplinas de la ciencia de base y reconocer las fronteras entre los diferentes sectores científicos, en particular en física, astronomía, biología, genética y química. Esto forma parte del servicio que ofrecen a la humanidad». El Papa indicó que le parece muy favorable que la «Academia se concentre también en los nuevos conocimientos necesarios para afrontar las plagas de la sociedad contemporánea. Los pueblos piden, justamente, participar en la construcción de las propias sociedades. Los proclamados derechos universales deben convertirse en una realidad para todos, y la ciencia puede contribuir decisivamente en este proceso y para derribar las barreras que lo obstaculizan. Agradezco a la Academia de las Ciencias por su preciosa colaboración al contrarrestar ese crimen contra la humanidad que es la trata de personas», cuyo objetivo es someter al trabajo forzado, la prostitución y el tráfico de órganos. El Pontífice, pro ello, se une con firmeza a «esta batalla de humanidad. Todavía hay mucho camino que recorrer hacia un desarrollo que sea, al mismo tiempo, integral y sostenible. La superación del hambre y de la sed, de la elevada mortalidad y de la pobreza, especialmente entre los ochocientos millones de necesitados y excluidos de la Tierra, no será alcanzado sin un cambio real en los estilos de vida. En la Encíclica “Laudato si’” presenté algunas propuestas-clave para alcanzar esta meta. Sin embargo, me parece que se puede decir —subrayó el Papa— que faltan voluntad y determinación política para detener la carrera armamentista y poner fin a las guerras, para pasar urgentemente a las energías renovables, a los programas que pretenden asegurar el agua, la comida y la salud para todos, a invertir por el bien común los enormes capitales que permanecen inactivos en los paraísos fiscales». Francisco también afirmó que «el mundo de la ciencia, que en pasado ha asumido posiciones de autonomía y de autosuficiencia, con actitudes de desconfianza hacia los valores espirituales y religiosos, hoy parece haber cobrado una conciencia mayor de la cada vez más compleja realidad del mundo y del ser humano», e insistió en la necesidad de poner en el centro de las reflexiones las instancias de los «pueblos»: «La bella seguridad de la torre de marfil de los primeros tiempos modernos, ha dejado sitio, en muchos, a una saludable inquietud, por lo que el científico de hoy se abre con mayor facilidad a los valores religiosos y vislumbra, más allá de las confirmaciones de la ciencia, la riqueza del mundo espiritual de los pueblos y la luz de la trascendencia divina». «A ustedes, queridos científicos y amigos de la ciencia, han sido encomendadas las llaves del saber. Quisiera ser entre ustedes —prosiguió el Papa— el abogado de los pueblos a los que no llegan mas que desde lejos y raramente los beneficios del vasto saber humano y de sus conquistas, especialmente en materia de alimentación, salud, educación, conectividad, bienestar y paz. Permítanme decirles en su nombre: que su investigación pueda beneficiar a todos, para que los pueblos de la tierra sean alimentados, calmada su sed, curados y educados; que la política y la economía de los pueblos les den indicaciones para proseguir con mayor certidumbre hacia el bien común, en beneficio especialmente de los pobres y necesitados, y hacia el respeto por el planeta. Este es el inmenso panorama que se abre a los hombres y mujeres de ciencia cuando se asoman a las expectativas de los pueblos: expectativas animadas por esperanza pero también con inquietud y ansiedad». El ex presidente Werner Arber (a quien sustituyó el actual presidente de la Pontificia Academia Joachim von Braun, ausente por motivos de salud) pronunció algunas palabras de introducción y recordó que la plenaria que comienza hoy y finaliza el próximo miércoles (titulada “Roles transformadores de la ciencia y en la sociedad: desde la ciencia emergente hasta las soluciones para el bienestar de las personas”) pretende afrontar también la cuestión de la confianza en la ciencia: «La pérdida de confianza en la ciencia pondría en riesgo la capacidad incisiva de la misma y su capacidad, pasando de la ciencia a la innovación tecnológica, de ayudar en la mejor transformación. Pero la confianza en la ciencia no solo puede ser reivindicada, debe ser ganada con comportamientos científicos responsables, ética y transparencia».

Jacopo Scaramuzzi