¡BIENVENIDO PRESIDENTE!

Después de un cuarto de siglo, Brasil recibe la visita de un Jefe de Estado italiano. Con motivo de los 150 años de la emigración italiana a Brasil, la comunidad italobrasileña no podría haber recibido un regalo más hermoso: la visita del Presidente de la República, Sergio Mattarella. No se trata sólo de un hecho histórico, teniendo en cuenta que ha pasado casi un cuarto de siglo desde la última visita de un Jefe de Estado italiano; la visita de Mattarella constituye de hecho un importante reconocimiento a la mayor comunidad de «italianos» que viven fuera de las fronteras nacionales y al mismo tiempo un homenaje a las excelentes relaciones bilaterales que se verán sancionadas por el encuentro con el Presidente Lula. Pero si el acto más importante de esta visita desde el punto de vista institucional tendrá lugar en Brasilia, será en San Pablo donde la comunidad italiana se reunirá en torno a uno de los presidentes más queridos de la historia republicana. Un siciliano marcado por la trágica muerte de su hermano Piersanti a manos de la mafia, que luego dedicó gran parte de su vida al servicio de las instituciones; una vida política inspirada en los valores del catolicismo social y reformista, con una larga experiencia parlamentaria y gubernamental que le llevó también, antes de su elección al Quirinal, a ser juez del Tribunal Constitucional. En enero de 2015 tuve el honor de votar por Sergio Mattarella cuando fue elegido por primera vez Presidente de la República y al final de su mandato fui un partidario aún más convencido de su reelección, debido a sus extraordinarias cualidades como garante de la unidad nacional y guardián de la Constitución mostrado durante el primer sexenio. La Constitución es precisamente el faro constante de su mandato; hace unas semanas, con motivo de las celebraciones del Día de la Liberación, Mattarella recordaba que «el 25 de abril es para Italia un aniversario de fundación: la celebración de la paz, de la libertad redescubierta y del regreso a las filas de naciones democráticas. Esa paz y esa libertad, que -enraizadas en la resistencia de un pueblo contra la barbarie nazi-fascista- produjeron la Constitución republicana, en la que todos pueden reconocerse, y que representa una garantía de democracia y de justicia, de negación firme de cualquier forma o principio de autoritarismo o totalitarismo». Palabras claras e importantes, en un momento histórico marcado por resurgimientos del soberanismo autoritario y, a veces, también por el negacionismo sobre los horrores de las dictaduras, en Italia y en América del Sur.   Y es bello recordar que veinticinco mil hombres partieron de este lejano país hace 80 años para luchar por nuestra libertad junto con las fuerzas aliadas y junto a los partisanos. Una página de la historia quizás poco conocida y por la que siempre debemos estar agradecidos a Brasil.   La historia de Brasil, por tanto, se ha entrelazado varias veces con la de Italia; y esto se debe sobre todo a los millones de emigrantes que desembarcaron en los puertos brasileños entre finales del siglo XIX y principios del XX después de un largo viaje marcado a menudo por el luto y el sufrimiento.   Como recordó el propio Presidente Mattarella hace unos años en Buenos Aires, en un encuentro con la comunidad italiana, «No hay una sola historia de Italia, sino que, junto a la del territorio nacional, se ha desarrollado una historia de los italianos: tantas historias de italianos como comunidades trasplantadas al extranjero. La historia de la emigración italiana es, incluso antes de la unificación de Italia, la historia unificada de nuestro pueblo».   Palabras que resonarán en los encuentros del Presidente brasileño, sobre todo en aquellos con los exponentes de una inmigración italiana que nunca ha cesado y que incluso en las últimas décadas ha elegido este país próspero y acogedor como su segunda Patria.

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